jueves, junio 10, 2004

Nunca en domingo


1. Me repugna la gorda que vive arriba.
2. Diana me informa que va a salir con los niños al parque. Para que no haya pleito, finjo interesarme: "abrígalos", le digo.
3. "¡Con este calor!", se enfurece conmigo.
4. Odio los domingos y los lunes. Hoy es domingo.
5. La gorda se está bañando. Lo sé porque escucho el sonido de la regadera. Imagino que se pasa el jabón por entre sus bofas carnes, que deben bailarle en oleadas de un lado al otro. Su ombligo.
6. El corazón me salta cuando paso cerca del escondite que elegí para guardar el arco y las flechas.
7. Voy al espejo: hoy debo comportarme de la manera más natural. Soy el mismo de siempre.
8. Mientras tomo un vaso de leche, recuerdo mi sueño de ayer: una tribu de pieles rojas me persigue a caballo.
9. El tiempo se ha ido y Diana y los niños están de regreso. Sé que no tarda en llegar la pregunta de los domingos.
10. "¿Y hoy qué vamos a hacer?" Lo dice con una pequeña dosis de esperanza que me enternece.
11. "Que los niños vean la tele, tú prepara algo de comer y déjame a mí decidir qué hago con mi tiempo", respondo de buenas maneras.
12. Diana se enfurece, dice que nunca hacemos nada, que nuestra vida es aburrida, que ya no me aguanta, que los niños necesitan salir.
13. "Ya fueron al parque", argumento.
14. Diana y los niños se van a casa de mis suegros a comer, a platicar y a ver la tele. Como todos los domingos, le digo que luego los alcanzo.
15. Dos tequilas.
16. Oigo unos brinquitos: la gorda debe estar haciendo sus ejercicios. Imagino que mientras brinca se sostiene con las manos sus dos pechotes.
17. Paso rápidamente cerca del espejo y voy por el arma al escondite: supongo que ya decidido no será difícil hacer lo que tengo que hacer. Lo que debo hacer.
18. Me calzo los guantes de piel.
19. Toco el timbre y la gorda abre: tubos en la cabeza, bata satinada, pantuflas recortadas que dejan al descubierto sus dedotes, olor a perfume barato y esa sonrisita que tanto me repugna.
20. "Pásele, señor Botas, pásele. ¿Quiere un tecito? ¿O un trago, eh...? Tengo un tequilita buenísimo."
21. Dejo que me sirva el tequila, pues supongo que algo habrá de ritual en ese gesto.
22. "¿De caza?", me pregunta al percatarse del arco y la flecha.
23. "Al zoológico", bromeo.
24. Tranquilamente dispongo la flecha en el arco y tenso el hilo. Al verme, ella responde con risitas y contoneos sensuales.
25. Suelto la cuerda.
26. El proyectil acierta en el centro. Interesa sin duda el órgano vital.
27. Al caer, la gorda se da un golpe, definitivamente mortal, contra el filo de la mesa. El cristal se rompe.
28. Compruebo que no tiene pulso.
29. Está muerta. Su bocota.
30. Antes de abandonar el lugar revuelvo los cajones, robo su dinero y sus joyas y dejo muestras de violencia.
31. Reparto a lo largo del departamento las falsas pistas que llevaba conmigo: un botón violeta, unas cáscaras de naranja, colillas de cigarros y plumas de gallina, todo recogido en la calle, la oficina y la basura.
32. Retiro la copa donde tomé el tequila.
33. Sigue siendo domingo.
34. Me apresuro a seguir con mi plan: revuelvo cajones de mi casa, robo mi propio dinero y las joyas de Diana, y dejo allí, como al descuido, más cáscaras de naranja, colillas y plumas de gallina.
35. Salgo luego a esconder las evidencias: arco y flechas, copa de tequila, guantes, dinero, joyas.
36. Cavo un hoyo profundo en un lote baldío que está a la vuelta del edificio. Queda allí enterrada mi suerte.
37. Más tarde, Diana platica con su mamá acerca de las vecinas lesbianas, los niños destruyen las plantas del jardín, mi suegro y yo bebemos coñac y jugamos ajedrez.
38. Luego hablamos de la vida.
39. Luego encendemos la chimenea.
40. Luego tomamos más coñac.
41. "Es hora de irnos", anuncia Diana a la misma hora en que lo hace todos los domingos. Al salir, nos topamos con una de las lesbianas.
42. Se me antoja invitar a los niños a comer un helado, pero me contengo para que no se note en mí nada anormal.
43. "¡Nos han robado!", chilla Diana al llegar a la casa. Los niños también chillan antes de comprobar que a ellos nadie les ha robado nada.
44. La autopista de Margarito está donde siempre, las muñecas de Dianita en su baúl.
45. "¡Mis joyas!", me reclama Diana, como si yo me las hubiera robado.
46. "Avisemos a la policía", se me ocurre.
47. Cuando el comandante Cipriano Herrera y sus hombres se presentan, aún no hemos terminado de revisar qué más falta.
48. A Margarito le impresionan las pistolas.
49. A mí no. Empero, trato de que se me vea nervioso.
50. Muchas preguntas, unas estúpidas y otras no.
51. "Todas mis joyas", contesta Diana. "El dinero", añado yo.
52. "¿Cuánto era?" "Como novecientos en efectivo y un cheque al portador por doscientos"
53. Le muestro las colillas, las plumas y las cáscaras de naranja.
54. "Son pistas", asegura Herrera.
55. Paráfrasis: "Las pistas dejadas en el lugar del crimen son ladridos de perro que atraen a los culpables." A mí no.
56. "Preguntemos a los vecinos", sugiere el comandante.
57. "Sólo hay dos: la flaca de abajo y la gorda de arriba", bromeo.
58. La puerta de la gorda está abierta.
59. Ella, tirada y muerta; el departamento, en desorden.
60. "Le rompieron el corazón", dice uno de los hombres de Herrera, al parecer un perito experimentado.
61. Imaginan lo peor y corren a llamar a la puerta de la flaca. Como nadie responde, deciden derribarla. Ella no está y el departamento se encuentra en orden. Revisan todo.
62. Veo que el comandante Herrera se echa a la bolsa un cigarro de marihuana a medio consumir.
63. Uno de sus hombres prefiere un perrito de porcelana.
64. "Habrá interrogatorios", nos advierte antes de irse.
65. Lunes. Detesto los lunes.
66. En la oficina me encuentro con un altero de pendientes: soy el gerente de una sucursal de banco, el cuarto del país.
67. Le echo un ojo a la relación del activo fijo, acuerdo con el jefe de cobranzas, apruebo el arreglo navideño, atiendo a un cliente con problemas de liquidez.
68. Salgo a comer con Milagros, la cajera de la 3.
69. Tarde de hotel, relaciones, tele, vodka con piña, más relaciones.
70. Lunes por la noche con Diana y los niños. Ella teje y me reclama cosas de los dos. Ellos beben chocolate frente al televisor y se sacan los mocos.
71. Diana dice entre llantitos: "Se llevaron a la gorda en la mañana. Vinieron unos camilleros y se la llevaron. La pobre. Tan buena gente."
72. Dice también que la interrogaron una hora los de la policía. Les platicó que a mí me caía mal la occisa y que yo era un paranoico. Mi vida y mis problemas en las libretas de la policía.
73. El martes, antes de las ocho de la mañana, Herrera me pregunta que dónde quiero que me interroguen, en mi casa o en la delegación.
74. "¡En la delegación!"
75. No saben interrogar. Sólo una de sus preguntas hizo mella en mi integridad: "¿Quiere a su mujer?"
76. A mediodía, me doy cuenta de que Milagros lleva un saco color violeta al que le falta un botón. Hago memoria: esa pista la recogí en la oficina.
77. La invito al hotel, dice que ya le bajó, le digo que no importa, acepta. Mientras ella baja a comprar unos cigarros yo hago perdedizo el saco. "Alguien me lo robó", se lamenta. Le digo que le voy a comprar otro, se enternece.
78. Por la tarde me doy una escapadita para enterrar el saco en el mismo lugar donde reposan las evidencias.
79. Siento que alguien me sigue. Me digo: "Es mi paranoia."
80. Martes por la noche en familia. Diana arma un rompecabezas y me dice que tiene miedo. Los niños juegan parkasé.
81. Miércoles, 8:30. El comandante Herrera se apersona y me dice que agarraron al culpable. Le pido que me lo pruebe.
82. Dice que se trata de un ladronzuelo que vive a una cuadra del edificio. Le encontraron las cosas robadas.
83. Las joyas de la gorda, las joyas de Diana, el dinero, mis guantes, el saco sin botón (se lo había regalado a una hermana).
84. "Dijo que se encontró las cosas en un terreno baldío. Además sabemos de buena fuente que le gustan las naranjas y que el domingo comieron en su casa una gallina que él mismo desplumó. ¿Quiere más pruebas?"
85. "Sí, no tiene por qué no creerle su versión."
86. "Tiene antecedentes", remata.
87. "A lo mejor ya estaba rehabilitado", contraataco.
88. Lo dejo ir con sus torpes deducciones.
89. Noche de miércoles con insomnio: recreo la imagen de la gorda, boca arriba, con la flecha en el centro; imagino al joven rehabilitado en los separos de la policía; lo interrogan bajo la luz de un foco amarillo; pienso en la justicia y en la cárcel; recuerdo que tengo que comprarle un saco a Milagros.
90. Jueves: decido entregarme.
91. El comandante Herrera y sus hombres me dicen que soy un paranoico. Una hora y media de inútiles discusiones.
92. Quedo convencido de mi inocencia.
93. Diana y los niños ven tele y comen salami.
94. Viernes: compro un saco lila para Milagros. Le queda algo grande.
95. Pesadilla: en una gran sartén se derrite la gorda: es un aceite rojo bastante espeso; alguien me encuera y me echa a la sartén. Cuando empiezo a freírme me despierto.
96. Mañana de sábado con mucho sol y pajaritos. Diana me deja a los niños mientras va al súper. Los pongo a jugar soldaditos y luego les pido que se duerman.
97. No me hacen caso. Nadie me hace caso.
98. Diana me pide que vayamos a la feria.
99. Ya no la tolero.
100. Domingo.


Francisco Hinojosa

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