Navidad y año nuevo
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Definición
Ambrose Bierce
Saludos Rou..
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Y todo vuelve a la normalidad...
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Los locos somos otro cosmos
Sor Socorro lo frotó con yodo: ?Pon flojos los codos- rogó-, ponlos como yo. Nosotros no somos ogros? . Sor Flor tomó los mohosos polos color corcho ocroso; con gozo comprobó los shokcs con los focos: los tronó, brotó polvo con ozono.
Rodolfo oró, lloró con dolor: ?No doctor Otto, shokcs no?? . Sor Socorro con monótono rostro colocó los pomos: ocho con formol, dos con bromo, otros con cloro. Rodolfo los nombró ?doctos? , ?colosos?, con dolorosos tonos los honró. Como no los colmó, los provocó: ?Son sólo orcos, zorros, lobos. ¡ Monos roñosos!?
Sor Flor, con frondoso dorso, lo tomó por los hombros; Sor Socorro lo coronó como robot con hosco gorro con plomos.
Rodolfo con fogoso horror dobló los codos, forzó todos los poros, chocó con los pomos, los volcó; soltó tosco trompón, Sor Socorro rodó como tronco.
?¡ Pronto , doctor Otto ! - convocó Sor Flor - ¡ Pronto con cloroformo ! ¡ Yo lo cojo?!?
Rodolfo, lloroso con mocos, los confrontó como toro bronco; tomó rojo pomo, gordo como porrón. Sor Flor sonó como gong, rodó como trompo, zozobró.
Otto, solo con Rodolfo, rogó como follón, rogó con dolo: ?Rodolfo?don Rodolfo, yo lo conozco?como doctor no gozo con los shocks; son lo forzoso. Los propongo con hondo dolor?Yo lloro por todos los locos, con shocks los compongo??
--No, doctor. No - sopló ronco Rodolfo -. Los shocks no son modos. Los locos no somos pollos. Los shocks son como hornos, son potros con motor, sonoros como coros o como cornos? No, doctor Otto, los shocks no son forzosos, son solo poco costosos, son lo cómodo, lo no moroso, lo pronto? Doctor, los locos somos sólo otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos otros. Lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, como formó los olmos o los osos o los chopos o los hongos. Todos somos colonos, sólo colonos.
Nosotros somos los locos, otros son loros, otros topos o zoólogos o, como vosotros, ontólogos. Yo no los compongo con shocks, no los troncho, no los rompo, no los normo?
Rodolfo monologó con honroso modo: probó, comprobó, cómo los locos son otros.
Otto, sordo como todo ortodoxo, no lo oyó, lo tomó por tonto; trocó todos los pros, los borró; sólo lo soportó por follón, obró con dolo, Rodolfo no lo notó. Otto rondó los pomos, tomó dos con cloroformo, como molotovs los botó. Rodolfo con los ojos rotos mostró los rojos hombros; notó poco dolor, borrosos los contornos, gordos los codos; flotó. Con horroroso torzón rodó con hondo sopor.
Rodolfo soñó, soñó con rocs, con blondos gnomos, con pomposos tronos, con pozos con oro, con foros boscosos con olorosos lotos. Todo lo tocó: los olmos con cocos, los conos con oporto rojo, los bongós con tonos como Fox Trot.
Otto lo forró con tosco cordón, lo sofocó. Rodolfo sólo roncó. Sor Socorro tornó con poco color. Sor Flor con bochorno tomó ron: ?Oh, doctor - lloró -, oh, oh, nos dobló con sonoro trompón?. Otto contó cómo lo controló.
- Otto, pospón los shocks - rogó Sor Socorro.
-No, no los pospongo. Loco o no yo lo jodo. No soporto los rollos? Pronto, ponlo con gorro.
¿ Cómo, doctor - notó Sor Flor - ocho volts ?
No, no sólo ocho. ¡ Todos los volts ! Yo no sólo drogo, yo domo? Lo domo o lo corrompo como bonzo.
¡ Oh no, doctor Otto ! , como bonzo no.
¡ Cómo no, Sor Socorro ! Nosotros no somos tórtolos o mocosos; somos los doctos? ¡ Ojo, sor Socorro ! No soporto los complots?
Otto con morbo soltó todos los volts, los prolongó con gozo. Sor Socorro con sonrojo sollozó. Sor Flor oró por Rodolfo. Rodolfo roló como mono, tronó como mosco.
Otto lo nombró: ?Don gorgojo?, ?loco roñoso?, ?golfo?. Rodolfo zozobró con sonso momo. Otto cortó los shocks.
Oscar de la Borbolla
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Y quiero gritar...
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Ay! el Quijote..
O le falta al Amor conocimiento
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasión que me condena
al género más duro de tormento.
Pero si Amor es dios, es argumento
que nada ignora, y es razón muy buena
que un dios no sea cruel. Pues, ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?
Si digo que sois vos, Fili, no acierto;
que tanto mal en tanto bien no cabe,
ni me viene del cielo esta rüina.
Presto habré de morir, que es lo más cierto;
que al mal de quien la causa no se sabe
milagro es acertar la medicina.
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Saludos!
Publicadas por Bastarda a la/s 3:57 p.m. 0 comentarios
Las quince del lunes
1. Abre el reproductor de mp3 de tu elección.
2. Pon toda tu música en random.
3. Escribe abajo las primeras 15 canciones que toque, no importa que tan embarazoso sea...
+ Nada es suficiente - Olga Román
+ I'm your man - Leonard Cohen
+ Repetition - Charlie Parker
+ Austin Tv - Ella no me conoce
+ Polar opposites - Modest mouse
+ I know - Placebo
+ Alone down there - Modest mouse
+ Shadowboxer - Fiona Apple
+ Your sweet six six six - HIM
+ Main offender - The Hives
+ You and me - Cranberries
+ Circo beat - Fito Paez
+ Hash pipe - Weezer
+ Entre el sol y dos ojos - Lucybell
+ The river - PJ Harvey
Qué bonito es el ocio...
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Flores flores!
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I need some space to think...
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6
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas. Si por casualidad, cuando me acuesto, dejo de atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos me despierto, indefectiblemente, sobre el techo de mi ropero. En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo de estrangular a mis hermanos, de arrojarme a algún precipicio y de quedar colgado de las ramas de un espinillo.
Mi digestión inventa una cantidad de crustáceos, que se entretienen en perforarme el intestino. Desde la infancia, necesito que me desabrochen los tiradores, antes de sentarme en alguna parte, y es rarísimo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el pañuelo un cadáver de cucaracha.
Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. Soy poliglota y tartamudo. He perdido, a la lotería, hasta las uñas de los pies, y en el instante de firmar mi acta matrimonial, me di cuenta que me había casado con una cacatúa.
Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres y me enferma que los boticarios se equivoquen con tan poca frecuencia en los preparados de estricnina.
En estas condiciones, creo sinceramente que lo mejor es tragarse una cápsula de dinamita y encender, con toda tranquilidad, un cigarrillo.
Oliverio Girondo
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Visita
No la conozco.
No quiero conocerla.
Me repugna lo hueco,
La afición al misterio,
El culto a la ceniza,
A cuanto se disgrega.
Jamás he mantenido contacto con lo inerte.
Si de algo he renegado es de la indiferencia.
No aspiro a transmutarme,
Ni me tienta el reposo.
TodavÃa me intrigan el absurdo, la gracia.
No estoy para lo inmóvil,
Para lo inhabitado.
Cuando venga a buscarme,
DÃganle:
"se ha mudado".
Oliverio Girondo
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Present and future tense
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Los dÃas sin Mariano
No sé sà alguna vez alcancé a contarles la historia de mis dÃas sin Mariano. Algunos — como hoy —, fueron un misterio y un sentimiento hondo disparatado con mi pretensión de revivirlos. Mariano no era un hombre para mÃ; no era hombre para que yo — ni nadie— cayera en el tormento. Quizás una esposa bien adiestrada, todavÃa dÃscola por insatisfacción y muy apegada a la buena vida. 0 una amiga lejana y algo maltrecha como los recuerdos de colegio, demasiado torpes para ser ingeniosos y demasiado ávidos para ser Inocentes.
Y ahora que trato de contar — y es la primera vez que lo hago en mucho tiempo— con esa ligereza que da la sinceridad. con ese vuelo de las dos manos sobre la máquina portátil siento la invasión de la aventura. Insufrible, maltratada y llena de miedos soy lo que quedó después de Mariano pero también soy la que fuà durante el tiempo que duró la cosa: una intolerable y llorosa condena. a la prueba vieja como todas estas historias; infatigable vÃctima de una situación trivial: macho argentino, mucha seducción, poco caletre, cero en valoración afectiva; hembra argentina, sumisa y ansiosa depositaria de afanes, heroÃna de una tradición que exige hombres implacables y mujeres achuradas, lamentable binomio para una novela sin excesos, protagonistas de momentos demasiado largos en que lo escaso del goce desequilibró el fiel de la balanza. Sin embargo, debo confesar, que el muy condenado me dio placer. Varón doble, niño asesino, homicida de manera afable, cuánto me hizo gozar a veces. Paradójicamente, mis goces no tuvieron nada que ver con los sentidos. No son los ejemplares como Mariano quienes mejor hacen gozar a las mujeres sino los poetas de recursos magros, los, varones complacientes, los tranquilos y seguros capitanes de tormentas. Creo haber dicho que la placidez, el tiempo holgado, una lánguida humildad, conducen a la hora de los grandes suspiros. Y no eran esos los goces procurados aunque todos descuenten que Mariano — su porte, su aureola reluciente, su aura afortunada— logra grandes cosas al respecto. Voy a desvanecer esa ilusión. Voy a bajar sus humos. Amorosamente todavÃa, me ocuparé de colocarlo en su lugar. No era el gran hallazgo en la materia: demasiado apuro, demasiado nervio, demasiado rechazo visceral que le llega sabe Dios de qué escondidos resabios que lo vieron niño colegial maliciosamente atraÃdo hacia la maestra, joven arrogante, hombre de suerte (lo dicen con envidia) acostumbrado al consentimiento, accesible y ansioso de mujercitas de paso. Que también hubo de las otras, vaya, si las hubo. Debe haberlas todavÃa y mi razón vacila escudriñando sus secretos mal guardados. ¡Ah, cómo deslizaba aquà y allá una y cándida o perversa alusión a su entusiasmo fulminante! Y cuánto pude sufrir! Pero no fueron esos goces sensuales los que consiguió conmigo sino otros, más hondos y veraces, los mejores quizá porque correspondÃan a otras zonas. Quién lo hubiera dicho. Mariano, que nunca pudo terminar la última página de un libro, Mariano cuya voz se habÃa enronquecido en mandos arbitrarios, precisamente Mariano que no ha tenido más travesura que la mesa de trabajo, más misterio que una cama y más cultura que la que le dio el barniz de una educación parcial. Pero precisamente por todo eso y aun por algo más que me reservo, Mariano me dio goces, graciosamente entrelazados con lo mejor de mi naturaleza. Y es justo que esta noche cuente la historia de mi gratitud por la privacidad de sus almuerzos que se parecÃan a los favores reales, almuerzos en los que se cruzaban y fundÃan sus miradas y las mÃas; sus intenciones secretÃsimas y ms intenciones; hora y media de sol, paréntesis celeste, intermezzo en el mare mágnum de su vida dentro del que podÃamos contarnos anécdotas que dábamos por ciertas y otras más Ãntimas, cuya gracia alentaba lo profundo de nuestra condición. Le debo goces tales. Y tantos, su voz muy dulce, rescatando en el teléfono la explosión amorosa que, frente a frente, exigÃa buena dosis de whisky. Por ejemplo: aquellas rosas que anunciaban: créame que necesito verla. Por ejemplo: aquella muestra de entusiasmo que levantaba el escote de mi blusa. Los candorosos celos que Mariano exponÃa sin pudor alguno. Por ejemplo: su buena fe abrumadora. Hasta sus embrollos y mentiras, ¡Ah cuánto gozo debo a estos veinte meses atroces! Ustedes lo presienten; dejan que algunos llamen cursi a lo que ocupa cada vÃscera con salvaje impertinencia. Hacen como que ignoran lo desierto que se queda Buenos Aires sin Mariano. Ya lo dije siempre: un pueblo. Un bajo en la depresión del rÃo, un punto en el hemisferio austral que no vale la pena clasificar. Y no exagero. Tal era el tiempo sin él. En rigor a la verdad, fueron dÃas muertos porque Mariano actuaba o Mariano era tentado por la carne o Mariano cambiaba de ubicación durante el lapso en el que —naturalmente— la vida también se detenÃa. Como esta lluvia de hoy 2 de febrero entre chaparrón y chaparrón. A Mariano que ama la forma de llover. Que abre la ventana, que corre la cortina, que bebe un whisky para desinhibirse. Cuánta ilusión habÃa en la hora de la cita y en el ascensor que me depositaba fresca y graciosa a pocos metros de sus brazos. Lo cierto es que a sus brazos fuà a dar contadas veces, o me lo pareció. Pero cuán profundo era el goce de su perplejidad si me mostraba segura de mà misma y el de su veteranÃa si me mostraba segura.
Hay partes que no configuran esta historia y aun asà son matices del recuento: me refiero a la vida que llevó Mariano a sus espaldas. La vida propia y sostenida por Mariano. Aquello que solÃa llamar sus trampas. Aun si enumero cuánto de mal y de repudiable hubo en todo eso, surge en cada lÃnea que escribo para ustedes la dosis placentera con que a la hora de la cita me volvÃa inexplicablemente atractiva, apta para la esperanza y para cuanto tuviese que ocurrir.
Debo aclarar que vi morir el amor de Mariano como una velita que se sostiene con el aliento de un enfermo grave. Tengo al enfermo esta noche listo para la vivisección, la luz extenuada. Sin embargo, sé que — distinto a todos— no haré vivisección alguna. Me inclino reverente ante sus dedos de espátula y me asalta ternura por uñas corroÃdas. No habrá — como otrora, con otros— vivisección para Mariano. Entero por haberme querido, enterÃsimo por macho argentino y entero por insuficiencia amorosa. A cambio de eso, le pertenecà del todo, como si hubiera sido un gran amante clásico y no el flojazo que es. Le pertenezco y asà será durante mucho tiempo como si todos los goces del cuerpo hubieran hecho tañir con voces de rico instrumento musical, mi voz, mi piel, mis ojos. Todo lo que tuvo Mariano sin desearlo demasiado o quizá por eso. Él, que vivÃa apresurado, distraÃdo, todo me lo dio sin cambiar sus actitudes – flojo, falso, dual, poco generoso— seguro del sometimiento. Esta tarde en que estamos — como siempre— separados, la vida se me va tras de sus pasos, semiasfixiada de ansiedad por el misterio de su viaje actual, sin goce frente a las teclas de la máquina. Anochece, llovió como la tercera vez, cuando Mariano levantó la persiana y bebió otro trago absorto, ausente. Yo y Mariano ya no somos uno, debo ser realista, leal y fiel tal como vociferaba. Pero he gozado tanto con Mariano (a veces sin tocarlo, otras absorbiéndolo) que nuestra historia es como una cúpula nocturna dentro de la cual acaba de morir un astro. Que lo elija cada lector. Que lo elija Mariano. Hay que ponerle un nombre vital y común como las cosas que le gustan: un nombre de caballo a un astro que se muere. Conjurar tanto disparate. Volver a buscarlo aunque sea para recordar, grande es la memoria.
Y quien les dice que Mariano se sienta extraño como puede estarlo un gran macho argentino, corrido por sus ambiciones, por sus miedos y sus limitaciones. A lo mejor — quién sabe— suspirará despacio sobre el lado que le corresponde en la almohada conyugal. SegurÃsimo de haber zafado ya, cuando lo único cierto es que abrió la ventana y se puso a escudriñar hasta dar con la estrella que me habló — hábil mundano— (cuyo nombre —lástima— no alcancé a escuchar), lástima grande que eligiera una estrella que agoniza. Que tiritó entre ambos pero en seguida se agitó para morir. Sabido es que hasta las estrellas envejecen. Que se muere. Y bien: esta noche, sin que nadie lo sospeche, ha traÃdo goces del alma a un cuerpo escuálido. Mis lectores anotarán como lugar común, aquello de morir de frÃo. Lo anotaran, pondrán un interrogatorio en el haber de Marta que les cuenta una historia. Mi Mariano (y casi da risa comprobarlo), el poderoso, habituado a violar intimidades y acceder a voluntad, el hombre siempre por la afirmativa es un muchacho que canta boleros y que va a escribir los versos más tristes. Y en los infinitos giros de la imaginación dará vueltas como el cuerpo indefenso al que una ola poderosa arranca de la arena y arrastra y hace gira también. Daremos un giro completo. Daremos vueltas hasta acertar con la palabra, los verbos, los vocativos y las interjecciones. Hemos probado una idea de lo que pudo ser y acaso fue o nunca ha sido o sólo ocurre que asà deseamos que fuese — quizá mucho mejor u otra— Y esta historia que les cuento no tendrá final como apenas conoció un comienzo ya que todo transcurrió sobre el papel. Junto palabras con Ias que señalo el relato vacilante. No existió Mariano y las dÃas que le correspondieron; lástima grande que ni dÃas ni Mariano. Solamente las manos volando sobre la vieja máquina imaginando, una historia más para contarles. Mariano y lo que pudo suceder solamente como una secuencia del acto de escribir y una apetecible criatura de ficción que también me ha dejado sola escribiendo para ustedes. La larga ausencia de Mariano al que transferà como el hombre homicida de manera afable. Esta larga ausencia de Mariano que es el cuento evasivo, el que no se da, el que se escurre. Una ausencia larga que provoca este vacÃo absoluto en mà interior y a mi alrededor. Ya que los dÃas sin Mariano son el papel en blanco, la máquina muda y la derrota de confesarme de ustedes sin historia.
Marta Lynch
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Cuando me hablan del destino...
...cambio de conversación.
Publicadas por Bastarda a la/s 1:18 p.m. 0 comentarios
XIV
y los camiones de ruta vayan y vengan
llevando vacas al matadero
Y los de presidencia me envÃen citatorios
Y los vecinos me redacten terribles amenazas
Y se apile la ropa sucia en los rincones...
Estará todo normal
Honorables ciudadanos:
Cuando el camión de la basura
se detenga en el 1910 de la calle
brinquen de felicidad y llamen a mi médico..
Entonces me estará llevando la chingada
y, entre los desperdicios, los papeles del baño,
latas vacÃas, un rastrillo viejo, frijoles agrios,
un vaso roto...
Mi alma le sonreirá al basurero
Publicadas por Bastarda a la/s 1:48 p.m. 0 comentarios
Horas..
Fue entonces cuando decidà darme la vuelta y sacarte de mi cajón...
Publicadas por Bastarda a la/s 8:59 p.m. 0 comentarios
Gente
Hoy recordé lo mucho que me gusta la página del Rak, ayer posteó una entrevista al Cosme, que me pareció muy buena.. Si tienes ganas ve a verla =)
Publicadas por Bastarda a la/s 1:59 p.m. 0 comentarios
La averiada vida de un hombre muerto
- Alguna vez estuve metido en el fango.
- Estaba enterado de que habÃa droga de por medio.
- Un hombre de estatura mediana y con sombrero de plumas me advirtió en una cantina que meterse con eso era riesgoso. Me dijo también que la cárcel era la cárcel y que era muy desagradable.
- Como quiera, olvidé pronto sus palabras y me metÃ.
- La señora González, que también estaba en el lodo, me convidó a comer un postre extraño en su finca y luego me explicó cómo enfangarme.
- No era tan complicado, pero tampoco tan fácil como me lo habÃan platicado.
- El Chesterton, como le decÃan, me condujo en su lujoso auto a la pista de aterrizaje.
- Volé como cinco horas en un avioncito gracioso al lado de un piloto cacarizo de nombre Ernesto, hombre de amplia experiencia.
- Dimos las bolsas que transportábamos a un tipo bajito y no nos pagó nada. Ernesto me explicó que asà eran las cosas en el mundo de la droga. Aceptó y yo acepté, pues él era hombre de experiencia.
- Y por supuesto que no hubo problema, ya que me pagaron el dinero que me habÃan prometido y volvà a casa cargado de billetes.
- El sapo, mi hijo, presumió en su escuela que ya éramos adinerados y mostró su bicicleta nueva. Luego le puse un diente de oro y le compré un reloj y una cadena.
- La comadre, que era mi esposa, puso una taquerÃa en el centro y empezó a juntarse con la señora Dominga y sus amigas, que la verdad son gente muy de respeto por aquÃ. Son las primeras que comulgan en la parroquia.
- Luego el Chesterton me dijo que habÃa un nuevo trabajo. Como el dinerito que habÃa ganado empezaba a menguar, acepté y le pedà que me mandara con Ernesto porque ya éramos amigos.
- Pero las cosas ya habÃan cambiado: se trataba de que viajara en un avión comercial haciéndome pasar por un gran artista. En mi pasaporte decÃa que me llamaba Julián Jorge de la Llata VizcaÃno.
- Y para qué más que la verdad: lo hice tal y como el Chesterton me lo pidió. Entregué a un señor de corbata verde, lentes oscuros y un chipote rojo en la frente mi estuche de guitarra lleno de bolsitas.
- La gran feria que me dieron la invertà en un vestido de flores azules y amarillas para la Comadre, en una chamarra de cuero para el Sapo y en algunos terrenitos.
- El señor párroco me pidió, cuando fui a confesarme, que lo fuera a ver por la tarde.
- Entonces me explicó por qué era malo estar metido en el fango y prometió ayudarme a enderezar mi vida. Yo también lo ayudé con una buena limosna.
- Me costó mucho trabajo arrepentirme de lo que ya habÃa hecho y ni modo. Y también aprender a ser el monaguillo de la parroquia.
- El Sapo estaba tan orgulloso que me presumÃa con sus amiguitos. Casi todos se desvivÃan por comulgar conmigo los domingos.
- Menos la Chacha, cuyos padres eran evangelistas o mahometanos o musulmanes y no gustaban de nuestras tradiciones.
- Me cayó entonces de sopetón la mala racha: no sé qué onda con los demás, pero al menos para mà abril es el mes más cruel. Me pasaron cuantas cosas pueda uno imaginarse y más. Desde el desmayo que sufrà en plena eucaristÃa hasta el paludismo del Sapo, el robo de los borreguitos, la muerte por agua de la niña que nos llevaba los jacintos, la milpa anegada el horrible silencio que se oÃa los domingos. Incluso se nos murió el gerente del banco.
- El Chesterton me dijo que si yo ya estaba en el negocio no podÃa zafarme de él. Le expliqué lo mismo que me explicó el párroco y me dijo que eran puras tonterÃas y que para él yo no era un hombre imbecil. Escupió al piso y sin querer le atinó a mi zapato.
- Le pedà que me dejara pensarlo. Lo consulté primero con mi papá –quien me empujó a aceptar el trato-, y luego con el párroco –quien me contó cómo era la vida en el temido infierno. Al fin deseché la oferta del Chesterton al dÃa siguiente.
- La Comadre le presumió a todo el pueblo que yo me habÃa negado. Y recibió a cambio muestras de verdadero cariño y respeto.
- Entonces me pidieron que fuera el nuevo presidente municipal. La verdad me sentà muy halagado. Hasta la señora Dominga me dio su voto de confianza y preparó dos gallinas rellenas para convencerme.
- Cuando el párroco se enteró de que yo habÃa aceptado, me dio su bendición y me dijo que le entrara a ese toro con responsabilidad y con fe en el gran Juicio que estaba por llegar.
- Entré en funciones en junio, ya muy lejos del fatÃdico abril.
- Mi nuevo trabajo consistÃa en dar despensas y en ayudar a la parroquia, en ordenar que les cortaran las manos a los rateros de ganado y en ser el primero en cantar el himno todos los lunes. También tenÃa que nombrar a los que debÃan pagar los cohetes en nuestras festividades y casar a quienes debÃan casarse.
- TenÃa siete policÃas a mi cargo y la gente me llamaba todos los dÃas para saludarme y preguntar cómo habÃa dormido. Por las tardes me boleaba los zapatos y jugaba dominó con el sereno Ramoncito, el dueño del Hotel Emperador y sus muy simpáticos amigos.
- Una señora prostituta, a la que habÃa visitado varias veces en mis edades tempranas, me exigió justicia. Le habÃan inventado que ella se robaba las gallinas y los gansos de la familia Esternón. El problema fue que la señora Argentina Esternón me visitó para pedirme también justicia Al cabo de un tiempito, pagué yo de mi bolsa las aves robadas y le regalé a la señorita prostituta una docena de patos. El párroco estuvo de acuerdo conmigo y me dijo que era de noble espÃritu.
- Entonces el Chesterton se presentó en mi oficina en su silla de ruedas. “Pero, ¿qué te pasó, hombre?â€�, le dije. “Ya vesâ€�, me contestó. Hablamos durante quince minutos del Negocio y no llegamos a nada. Él me dijo “¡cobarde!â€�, y yo le pregunté si sabÃa lo que era el maldito infierno. Las llamas del infierno.
- Durante los ratos libres que tenÃa, especialmente en las tardes, me puse a tejer. Yo pensaba entonces que lo mejor para todos los del pueblo era producir y trabajar y asà mantener a nuestras familias. Para dar un buen ejemplo, dejé de aceptar los traguitos.
- La Comadre vendió bien mis productos y me dio mucho aliento. Y asà se pasaron los meses.
- Una noche se me ocurrió que me faltaban estudios. Ella estuvo de acuerdo y renuncié al trabajo en la presidencia municipal para irme con mi familia a estudiar a la ciudad.
- Nos hicieron una fiesta de despedida. Entre todos contrataron al mariachi de San Andrés para que amenizara el adiós.
- La barbacoa le hizo daño al pobre del Sapo. Se la pasó vomitando en serio y con muchos retortijones. Cuando el doctor Merino nos dijo que estaba fuera de peligro, partimos a la urbe, como le decÃa el sereno de Ramoncito a la ciudad.
- Si me hubiera acordado no hubiera hecho lo que hice: ir a la urbe en pleno mes de abril.
- Un señor de bigotes nos quitó todo el dinero que llevábamos. Y luego la pobre de la Comadre se nos enfermó de sarampión y terminamos todos en un hospital.
- El Sapo se dedicó a conseguir el dinero para las medicinas y yo el de la comida. HacÃamos un buen equipo.
- Alfinmente, en mayo, conseguimos un buen cuarto donde vivir y una buena escuela para el Sapo. La Comadre se empleó de muchacha y yo me las arreglé durante un buen rato con las limosnas. Luego me puse a lavar coches y a entrarle al negocio de las ventas.
- Sin embargo, por más que quise ponerme a estudiar no pude. Nunca entendà cómo habÃa que hacerle para ser un doctor. Y eso que no fue tan difÃcil meter al Sapo a estudiar la secundaria.
- Hasta que una señora de apellido Mendizábal me explicó todo.
- No me hice doctor pero sà negociante. Aprendà a vender la loterÃa, y luego las medicinas, y luego los artÃculos de tocador, y luego los animales.
- Viajaba a la selva, cazaba changos y guacamayas y tigrillos y se los vendÃa a un caballero, que a su vez se los vendÃa a los zoológicos de otras partes del mundo.
- Para entonces, el Sapo se nos casó, abandonó sus estudios, me dio un nieto al que decidió llamar AgustÃn y se puso a trabajar en la industria textil. TenÃa, como yo, cuando me casé con su señora madre, dieciséis años.
- Un hombre llamado Pilz me invitó a su tierra para que trabajara con él en mi especialidad. La Comadre y yo viajamos en avión (yo ya le habÃa platicado lo que se sentÃa estar en el aire).
- El señor Pilz me puso a atrapar animales en su rancho para que luego él los vendiera.
- Todo jalaba muy bien –pues yo sabÃa atrapar a los animalitos de su rancho-, salvo porque no nos entendÃamos con los demás cazadores, que hablaban otra lengua y no se divertÃan con nosotros. En las fiestas de todas las noches nos echaban a un lado como si fuéramos bestias.
- La Comadre me dijo que esa vida ya le empezaba a disgustar, aunque comiéramos todos los dÃas guisado. Y que extrañaba a nuestro Sapito.
- Yo también andaba como cabizbajo y no se me levantaba la moral.
- Para poder regresarnos a la urbe tuvimos que hacernos asaltantes. La Comadre me aseguraba que el párroco no estarÃa de acuerdo con nuestros planes. Le prometà que luego nos confesarÃamos con él y asunto arreglado. Y entonces nos pusimos a asaltar.
- Nomás llegamos a la urbe con nuestros ahorritos nos enteramos de que el Sapo ya habÃa procreado otra chavala. Le dije que lo mejor, en esas circunstancias, serÃa regresar a nuestra tierra y él aceptó.
- Sus amigos nos hicieron una gran despedida con tamales de puerco y cerveza. La Cristinita, mi nieta, se la pasó con mocos toda esa tarde hasta que se nos resfrió.
- Al regresar a nuestro pueblo, esa misma noche, nos hicieron una fiesta de bienvenida con sándwiches y tequila.
- El Chesterton, que era el nuevo presidente municipal, consiguió la música: un trÃo de San Nicolás El Elevado. La señora Dominga llevó globos y dulces para los niños. El párroco estaba tan contento con nuestro regreso y también tan cansado que, sin confesarnos, nos dejó tres padrenuestros y diez avemarÃas para absolvernos de todos nuestros pecados.
- Yo me puse a tejer. La comadre se puso a vender mis tejidos. El Sapo se puso a ayudarle al boticario. La Tachuela, que es mi nuera, se puso a cuidar a los niñitos y a prepararnos todos los dÃas la comida. Sus caldos nos ponÃan felices.
- Y la verdad nos iba muy bien, hasta que el Sapo tuvo una riña y nos lo mataron con un puñal.
- El Chesterton metió a los asesinos en la cárcel y yo le pedà que me dejara arreglar el asunto. Yo creo que me vio tan dolido por la muerte del Sapito que me dijo “ándale, haz lo que tienes que hacer�. Maté a los asesinos a trancazos, con la ayuda de un hombre llamado el Bóiler.
- Luego la señora González me dijo que tenÃa un encarguito para mÃ. Y como ya andaba bastante escaso de recursos, lo acepté.
- HabÃa que llevar su dinerito a la urbe y dárselo a un hombre con piochita y bolsa de piel de serpiente. Me aseguró de que se trataba de una operación muy sencilla. Y yo le creÃ.
- Lo hice tal y como me lo habÃa explicado y no hubo problema. Después de hacer la operación, el señor de la piochita me dijo que también podÃa darme un encarguito, si yo querÃa. “A ver, ¿de qué se trata?â€�, le pregunté. “Nomás de hacerte pendejo un rato y dejar que un güerito te ponga en la madre y te robe esta bolsita que ves.â€�
- En realidad el güerito no me pegó mucho. Pero como ya habÃa aceptado dejé que me robara la bolsita y que me diera unos cuantos trancazos. El cliente me dio el dinero convenido y me fui a la estación de camiones.
- Cuando me confesé, el párroco me dijo que no entendÃa nada. Y que dejarse pegar y robar algo que no era mÃa no era malo. Sólo me dijo que para otra vez preguntara. Yo estuve de acuerdo y él me absolvió.
- Esa noche, la Comadre me dijo que tenÃa entendido que Ãbamos a tener otro hijo.
- Con el dinero que habÃa ganado hice una fiesta para celebrar. Y sobraron tantos pollos y tanto mole que tuvimos que repartirlo entre los vecinos. La señora Dominga, que iba a ser nuestra comadre, mÃa y de la Comadre, contrató a la tambora de San Isidro, que es la más famosa.
- Un señor de lentecitos me dijo que era antropólogo y que querÃa entrevistarme. Me pagaba muy poco en comparación con el Chesterton o el señor Pilz o el de la piochita, pero alfinmente acepté.
- Se trataba de platicarle mi vida, y asà lo hice, desde que mataron a mis antepasados padres hasta el dÃa en que me metà al fango.
- Cristinita me pedÃa una y otra vez que le contara el cuento de cómo maté a los que mataron a su padre. Le encantaba oÃrme.
- Unos señores llegaron al pueblo a comprar muchos terrenitos. Pero el sereno Ramoncito, con su gran inteligencia nos dijo a los del pueblo que nos anduviéramos con cuidado, porque de seguro nos harÃan lo mismo que a los de San Nicolás El Elevado.
- Sacamos nuestros machetes y nuestros rifles y de plano los corrimos. Estaban tan espantados que ni se acordaron de recoger las cazuelas en las que habÃan cocinado su almuerzo.
- La Comadre me dio una mujercita. Le querÃamos poner Antonia, como se llamaba mi señora madre, pero la señora Dominga nos pidió que le pusiéramos Carmelita, como se llamaba la suya.
- Un jueves de Pascua me topé en la cantina con el seor de estatura mediana y sombrero de plumas. Estaba más viejo. Me preguntó que cómo me habÃa ido. Le conté que no me habÃa ido tan mal, aunque ahora ya estaba empobrecido. Él me dijo que ya era un hombre de lana y que podÃa ayudarme. Se llamaba don Raúl.
- Lo ayudé a enterrar unos familiares que se le habÃan muerto, me pagó y me dijo que contara con él cuando ya no tuviera dinero.
- El ocho de abril me caà a un barranco por andar persiguiendo a una cabrita que no tenÃa dueño. El Chesterton y don Raúl le pagaron al doctor Merino para que me curara la dorsal.
- El diez de abril la señora González me llevó otro postre extraño y me pidió un favorcito: que le dijera a don Raúl que ella querÃa verlo para entrar en tratos.
- Don Raúl me agradeció al principio el recado, y luego de meditarlo me pidió que mejor la matara. Yo sentÃa que el párroco no me iba a perdonar un asesinato, ni tampoco ella. Pero la verdad la situación familiar era muy difÃcil.
- Con todo el dinero que me dio don Raúl compré muchos terrenitos y se los vendà luego a otros señores que también querÃan comprar terrenitos en nuestro pueblo. El sereno Ramoncito y el párroco me dijeron que hacÃa bien al comprar y vender.
- A partir de la venta de los terrenitos, la Comadre, la Tachuela, AgustÃn, Cristinita, Carmelita y yo fuimos a San Nicolás El Elevado porque la cosa se estaba poniendo muy caliente en el pueblo.
- Después de indagar, el antropólogo llegó a nuestra casa para seguir con el relato de mi vida. Y yo me puse a inventarlo cosas para que se siguiera emocionando con mi historia.
- Para entonces, ya vivÃa en San Nicolás la señorita prostituta que me habÃa enseñado a ser hombre. Me la encontré en la plaza y me dijo que andaba necesitada de dinero. Le di los únicos pesos que tenÃa.
- También me dijo que si querÃa lana, allà estaba la Tachuela y que ella se encargarÃa de todo. De llevar los dineritos a la casa.
- Que ni qué, mi nuera nos mantuvo por más de un año con la ayuda de la señorita prostituta. Y también de don Raúl, que era el mejor cliente.
- Desde fines de marzo ya andaba nervioso porque iba a llegar otro abril y no sabÃa qué sorpresas me aguardaban.
- Y fueron muchas, pero todas para bien. Don Raúl me pidió que le volviera a enterrar a sus muertitos, la Tachuela se comprometió con el dueño de la ferreterÃa más grande de San Nicolás el Elevado, el Chesterton me ofreció ser policÃa y la Cristinita embarneció.
- Lo único malo de ese seco abril fue que a la Comadre le dio otro sarampión y se me murió en la cama.
- Por consiguiente le dije a mi nuera que tenÃa que retractarse de su compromiso porque yo ya andaba sin mujer.
- Al principio el párroco se opuso a nuestra boda, pero terminó casándonos porque era lo mejor para todos. Hasta el ferretero comprendió la situación y llevó la música.
- Como al pobre de don Raúl se le seguÃan muriendo sus parientes, yo tenÃa trabajo asegurado dándoles su cristiana sepultura y cobrando buenos billetes. Ya se le habÃan muerto tantos que ni se le veÃa triste.
- Luego Cristinita terminó de embarnecer y me dio un bisnieto de nombre Joselito, hijo del Bóiler, que también se llamaba asà y se apellidaba Ternero.
- Y más luego, ya entrados en febrero, el doctor Merino me mandó a hacerme unos análisis en Torreblanca y me dijo que tenÃa “esoâ€� y que ni modo, a mà me tocó en suerte.
- Me explicó el párroco que asà es la vida que Dios nos sopló en el ánima y que no habÃa mucho que hacer ante esas calamidades.
- Pero no me preocupaba tanto el morirme como el no tener para comer lo suficiente el dÃa que llegara la Recelosa, como le llamaba a la muerte la señora Dominga.
- El Bóiler me dijo que si yo lo permitÃa él se harÃa cargo de la familia cuando llegara la Inevitable, como él le llamaba también a la Libertadora.
- Yo ya estaba hecho un esqueleto y me dolÃa todo el santo cuerpo. La Contrincante, como le llamaba don Raúl a la Antesala que es la muerte, ya se andaba queriendo llevar mi pellejo un dos abril.
- Pero entonces mi nuera me informó que estaba enterada de que iba a tener un hijo mÃo.
- El Bóiler suponÃa que eso me habÃa repuesto porque me puse a tejer como loco para que mi señora vendiera mis tejidos en el pueblo, en Torreblanca y en San Nicolás el Elevado.
- Los dolores desaparecieron a partir de julio y engordé unos kilitos.
- Me quiso matar una vez el Chesterton con su pistola, pero el doctor Merino me salvó la vida. Luego don Raúl también me cogió coraje y me trató de prender fuego.
- El antropólogo me dijo que harÃa un libro con mi vida. Pero la verdad, qué me importaba: yo ya era, lo que se dice, un hombre muerto.
Francisco Hinojosa
Publicadas por Bastarda a la/s 1:03 p.m. 0 comentarios
* ¿Sà se notó que me agrada la palabra "rancio"?
Publicadas por Bastarda a la/s 8:37 p.m. 0 comentarios
3 centavos
Fue el concierto del Palomas este fin y no pude ir porque no tenÃa ni un peso y el rancio del Palomas no me invitó la entrada, o al menos se hizo wey.. En fin, espero verlo cuando venga para Guadalajara o toparmelo en el cerva, si le dan ganas de ir al cabrón..
Otra de mis tragedias es la escuela: tuve exámen de TODAS mis materias. Es ahi cuando me da hueva estar en dos escuelas al mismo tiempo, pero bueh.. la mayor parte del tiempo es bastante divertido.
Sabe por qué, pero creo que mi redacción es pésima..
Tengo ganas de salir, de irme a conocer algún lugar nuevo.. Por lo pronto me voy a Vallarta el viernes y al cervantino rancio para el cierre..
(Ay, ya recordé por qué no escribo esto a manera de diario.. Creo que llevo una vida media rancia)
Fin
Publicadas por Bastarda a la/s 8:30 p.m. 0 comentarios
La casa del Asterión
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espÃritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los dÃas son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerÃas de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del dÃa cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decÃa yo que te gustarÃa la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reÃmos buenamente los dos.
No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerÃas de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendà hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerÃas de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galerÃa de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegarÃa mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oÃdo alcanzara los rumores del mundo, yo percibirÃa sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerÃas y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.
Jorge Luis Borges
Publicadas por Bastarda a la/s 8:22 p.m. 0 comentarios
Cansancio
¡SÃ!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuantos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frÃo esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabrá si es el mismo
que usé mientras vivÃa.
Cansado.
¡SÃ!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola autentica,
alegre
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada dÃa,
cuando termina el sueño,
allÃ, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocÃo, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
Oliverio Girondo
Publicadas por Bastarda a la/s 8:51 p.m. 0 comentarios
Oye...
viviendo tus membranas
saltando como una rana
por más que intentes esquivarlo en algún vuelo
hay algo que te rasca
algo anda mal, mal, algo falla
dando vueltas por tu cuarto sin sentido
esperando algún milagro y no pasa nada
Te hacen falta vitaminas..
Publicadas por Bastarda a la/s 8:35 p.m. 0 comentarios
Mataz
Si esto llegase a acabar
ve mis ojos
mÃrame directo a los ojos
yo sabré mentir a Dios
por verte hoy
hoy...
Lucybell
Publicadas por Bastarda a la/s 10:39 p.m. 0 comentarios
El mendigo de almas
HabÃa gastado, en las primeras horas de la noche, los últimos cinco céntimos que me quedaban para un café sin que la habitual bebida me hubiese dado la inspiración que buscaba y de la cual tenÃa urgente necesidad. En aquellos tiempos padecÃa casi siempre de hambre, hambre de pan y de gloria, y ningún padre ni hermano existÃan para mà en el mundo. El director de una revista -un hombrón pálido y taciturno- aceptaba mis cuentos cuando no tenÃa nada mejor que publicar y me daba cada vez cincuenta liras, ni más ni menos, cualesquiera fuesen el valor y la extensión de lo que le llevaba. En aquella noche de enero el espacio estaba lleno de viento y de campanas; de un viento nervioso y gruñón y de campanas horriblemente monótonas. HabÃa entrado en el gran café (luz blanca, caras soñolientas) y habÃa vaciado lentamente mi taza, esforzándome por despertar en mi cerebro la reminiscencia de alguna curiosa aventura, obstinándome en aguijonear mi imaginación para que creara una historia cualquiera que me diese de vivir por algunos dÃas. TenÃa necesidad de escribir un cuento esa noche misma para llevárselo a la mañana siguiente al director, quien me anticiparÃa lo suficiente como para poder comer hasta saciarme. Por lo tanto, me hallaba dolorosamente atento al rÃo de mis pensamientos, pronto a saltar sobre la primera idea, la imagen inicial que se prestara a llenar el montoncito de hojas blancas ya numeradas dispuesto ante mÃ. Pasaron asà cuatro horas y cuarto de inútil y nerviosa espera. Mi alma estaba vacÃa, mi imaginación lenta, mi cerebro cansado. Renuncié: puse sobre la mesa las últimas monedas y salÃ. No bien estuve afuera, una frase imprevista se apoderó de mi mente -una frase que habÃa escuchado repetir muchas veces y cuyo autor no recordaba. "Si un hombre cualquiera, incluso el más simple, supiese narrar su vida entera construirÃa una de las más grandes novelas que se hayan escrito nunca." Durante cerca de diez minutos esta frase ocupó y dominó mi mente sin que yo fuera capaz de extraer de ella ninguna consecuencia. Pero cuando estuve cerca de casa me detuve y de improviso me pregunté: "¿Por qué no hacer esto? ¿Por qué no contar la vida de un hombre cualquiera, un hombre verdadero, del primer hombre común con que tropiece? Yo no soy un hombre común y, por otra parte, he contado mi vida tantas veces en mis cuentos que no sabrÃa que cosa nueva agregar. Es necesario que yo encuentre ahora, inmediatamente, a un hombre cualquiera, alguien que no conozca, un hombre normal, y que lo fuerce a decirme quién es y qué ha hecho.
¡Esta noche tengo absolutamente necesidad de una vida humana! ¡No quiero pedir a nadie una limosna en dinero pero pediré y exigiré por la fuerza una limosna biográfica!" Este proyecto era tan simple y singular que decidà ejecutarlo en seguida. Volvà la espalda a mi casa y me dirigà hacia el centro de la ciudad, donde en esa hora tardÃa aún podrÃa encontrar hombres. Y asà marché, nuevo y extraño mendigo, en busca de la vÃctima que usufructarÃa. Caminé rápidamente, mirando hacia adelante, clavando la mirada en el rostro de los transeúntes y tratando de elegir bien a quien debÃa saciar mi hambre. Como un ladrón nocturno o un agresor ratero me situé al acecho en una encrucijada y esperé el paso de un hombre cualquiera, el hombre común a quien implorar la caridad de una confesión.
Al primero que pasó bajo el farol -estaba solo y me pareció de mediana edad- no quise detenerlo porque su cara surcada por extrañas arrugas era demasiado interesante y yo querÃa realizar la experiencia en las condiciones menos favorables. Pasó también un jovencito envuelto en un gabán pero sus cabellos revoloteantes y sus ojos de mascador de hashish me detuvieron porque adiviné en él a un soñador, un fantasioso, un alma no suficientemente usual y común.
El tercero que pasó, viejo y completamente lampiño, canturreaba para sÃ, con inflexiones melancólicas, un motivo popular español que debÃa recordarle toda una vida plena de sol y de amor, una vida dorada, báquica, meridional. Tampoco él me servÃa y no lo detuve.
Yo mismo no sé recordar con exactitud mi exasperación de esos momentos.
Imaginen a este singular bandolero mendicante, hambriento, excitado, que espera en una encrucijada a un hombre que no conoce, que desea escuchar una vida que ignora, que arde en el deseo de arrojarse sobre una presa desconocida. Y como por un absurdo y despectivo azar los hombres que pasan no son los que él busca: son hombres que llevan en la cara los signos de su originalidad y de su vida fuera de lo ordinario. ¡Cuánto habÃa dado en esos instantes para ver ante mà a uno de aquellos innumerables filisteos de rostros rosados y tranquilos como los de los cerdos jóvenes que me habÃan provocado náuseas o divertido tantas veces! En esa época yo era empecinado y animoso y esperé todavÃa bajo el farol que a ratos se oscurecÃa o resplandecÃa según los vaivenes del viento. Las calles estaban ya desiertas a esa hora y el viento habÃa alejado a los noctámbulos. Sólo algunas sombras presurosas animaban la ciudad. Una de ellas pasó finalmente bajo el farol donde esperaba e inmediatamente vi que me servÃa. Era un hombre ni joven ni viejo, ni demasiado buen mozo ni desagradable de rostro, de ojos calmos, bigotes bien rizados y cubierto de un pesado gabán en buen estado.
No bien pasó a mi lado di algunos pasos y lo detuve. El hombre se echó hacia atrás del susto y levantó un brazo como para defenderse pero lo calmé en seguida: -No tema usted nada, señor- le dije con mi voz más suave -; no soy ni un asesino ni un ladrón ni tampoco un mendigo. Un mendigo, en realidad, sÃ, pero no pido monedas. No le pediré más que una cosa, y una cosa que no le costará nada: el relato de su vida.
El hombre abrió desmesuradamente sus ojos y nuevamente se echó hacia atrás.
Advertà que me creÃa loco y por eso continué con la mayor calma: -No soy lo que usted cree, no estoy loco. Soy solamente algo parecido, o sea un escritor.
Debo escribir para mañana un cuento y este cuento me salvará del hambre y quiero que me diga quién es y cuál ha sido su vida hasta ahora para que con ella pueda tener el argumento de mi relato. Tengo una total necesidad de usted, de su confesión, de su vida. No me niegue esta gracia, no rehúse ayudar a un miserable. ¡Usted es lo que yo buscaba y con la materia que me dé quizás escriba mi obra maestra!
Al oÃr estas palabras el hombre pareció conmoverse y no me miró ya con miedo, sino más bien con piedad.
-Si mi vida le es tan necesaria- dijo -, no tengo ninguna dificultad en contársela, tanto más que es de una simpleza absoluta. Nacà hace treinta y cinco años de padres acomodados, honestos y bien pensantes. Mi padre era empleado, mi madre tenÃa una pequeña renta. Fui hijo único y a los seis años comencé a ir a la escuela. A los once completé los estudios primarios sin que hubiese estudiado mucho o poco. A esa edad ingresé en la escuela preparatoria, a los dieciséis en el liceo, a los diecinueve en la universidad, a los veinticuatro me gradué, siempre sin dar pruebas de inteligencia demasiado brillante o de necedad irremediable. Cuando obtuve el tÃtulo mi padre me consiguió un empleo en el ferrocarril y me presentó a mi prometida. El empleo me absorbe ocho horas diarias y no requiere más que un poco de memoria y de paciencia. Cada seis años mi sueldo aumenta automáticamente en doscientas liras. Sé que a los 64 años tendré una jubilación de 3453 liras y 62 centavos.
Mi prometida me convenÃa y me casé con ella al año. Nunca hubo entre nosotros inútiles sentimentalismos. Iba a visitarla tres veces por semana y dos veces al año -para su cumpleaños y en Navidad- le llevaba sendos regalos y le daba dos besos. De ella he tenido dos hijos: un varón y una niña. El varón tiene diez años y será ingeniero; la niña tiene nueve y será maestra. Vivo tranquilo, sin sobresaltos y sin mareos. Me levanto todas las mañanas a las ocho y a las nueve, por la noche, voy a un café donde hablo de la lluvia y de la nieve, de la guerra y del gobierno con cuatro compañeros de la oficina. Y ahora que le he contestado, déjeme irme porque han pasado diez minutos de la hora en que debo regresar a casa.
Y dicho esto, con gran calma el hombre hizo ademán de irse. Quedé por un momento perturbado por el miedo. Aquella vida monótona, común, regular, prevista, medida, vacÃa me llenó de una tristeza tan aguda, de un temor tan intenso que casi estuve a punto de romper en llanto y escapar. Y sin embargo, me demoré todavÃa. "¡He aquà -me dije- el famoso hombre normal y común en nombre del cual los médicos austeros nos desprecian y nos condenan como dementes y degenerados! Aquà está el hombre modelo, el hombre tipo, el verdadero héroe de nuestros dÃas, la pequeña rueda de la gran máquina, la piedrecita de la gran muralla; el hombre que no se nutre de sueños malsanos ni de locas fantasÃas. Este hombre que yo creÃa imposible, inexistente, imaginario está ante mÃ, medroso y terrible en la inconsciencia de su incolora felicidad." Pero el hombre no esperó al término de mis pensamientos y se adelantó para irse. TodavÃa aterrorizado, pero con obstinación lo seguà y le pregunté:
-En verdad, ¿no hay nada más en su vida? ¿Nunca le sucedió nada?
¿Ninguno ha tratado de matarlo? ¿Su mujer no lo ha traicionado? ¿Sus jefes no lo han perseguido?
-Nada de eso me ha ocurrido- respondió con una cortesÃa algo molesta -; nada de lo que me dice. Mi vida ha transcurrido en calma, igual, regular, sin demasiadas alegrÃas, sin grandes dolores, sin aventuras...
-¿Sin ninguna aventura, señor -lo interrumpÃ-; por lo menos una? Trate de recordar bien, busque en su memoria; no puedo creer que no le haya sucedido nada, nunca, siquiera una sola vez. ¡Su vida serÃa verdaderamente demasiado horrible!
-Le aseguro que no he tenido nunca ninguna aventura- respondió el Hombre Común con un esfuerzo extremo de gentileza-, por lo menos hasta esta noche. Mi encuentro con usted, señor novelista, ha sido mi primer aventura. Si tiene necesidad de ella, cuéntela.
Y sin darme tiempo para contestarle se fue tocándose ligeramente el ala del sombrero. Yo permanecà todavÃa algunos momentos parado en ese lugar como bajo la pesadilla de una cosa increÃble. Volvà por la mañana a mi cuarto y no escribà el cuento. Desde esa noche no logro más reÃrme de los hombres comunes.
Giovanni Papini
Publicadas por Bastarda a la/s 10:33 p.m. 0 comentarios
Realismo total...
Jooo, esto me lo robé de con el mora
Publicadas por Bastarda a la/s 4:13 p.m. 0 comentarios
Voltio
En fin, si les interesó mi super descripción de la banda, lléguenle a su página donde pueden bajar sus rolas, en lo personal me agrada bastante la de Caminar...
Publicadas por Bastarda a la/s 9:14 p.m. 0 comentarios
Jooo... Qué idiota
You Know You're Mexican When.... |
You have ever been hit by a chancla. You grew up scared by something called "El Cucuy." Others tell you to stop screaming when you are really just talking. You light a candle on the night of the Lotto drawing. You use your lips to point something out. You constantly refer to cereal as "con fleis". Your mother yells at the top of her lungs to call you to dinner even if it's a one bedroom apartment. You can dance ranchera, cumbia or salsa without music. You use "manteca" (lard) instead of olive oil and can't figure out why your butt is getting bigger. You call your sneakers "tenees". You have at least thirty cousins. You can't imagine anyone not liking spicy food. You are in a 5-passenger car with 7 people in it and a person shouting "subanse, todavia caben". Whenever you feel under the weather, you compulsively dab on some "Vics" vapor rub all over your chest and inside your nostrils. Your mom packs your "lonchera" everyday. You or someone you know uses "Tres Flores" in their hair. Tamales, champurrado, posole and menudo are must haves on Thanksgiving. There is more Budweiser than punch at little Juanito's birthday party. There is at least one member in your family name Maria, Guadalupe, Juan, Jose, or Jesus. Everyone still thinks Cesar Chavez is the best boxer even if he lost against Oscar De La Hoya. You've gone to the Pulgamarket every weekend for years. You step into a house that has all those little figurines taking up every inch of space on/under the TV. You have a porcelain cat, dog, Buddha, or elephant in your living room. You have plastic slipcovers on your sofas. You swear "Choco Mil" is the same as Slim Fast and try to lose weight by drinking it. You have a drunk uncle/aunt. You're still afraid to open that umbrella in your house. You not only know who Don Francisco from Sabado Gigante is, but you tell people he's your tio. Your mother, tia or hermana's hair is blackcherry, "Sun in" red or a burgundy that would make Celia Cruz jealous. You always try to find out what town another fellow Latino's family is from. You have ever had to "beepiar" a friend on their pager. You wear your Sunday best to do laundry at the laundrymat and go grocery shopping. You have told your kid not to walk the floor barefoot or they'll catch a cold. You go to a wedding or Quiencienera, gossip about how bad the comida is, but be the first to take a plato to go. You have a bottle of Tapatio in your purse. Your cousins are delinquents / hootchies. You have a chola in your barrio named "La Flaca" who's bigger than a house. You think Cristina trumps Oprah any day. You have a cousin named "Guero" who's darker than night. You know a chola named "La Shy Girl" who is loud and obnoxious. You need to point out how much something you just bought cost. You go to a white friends house for dinner and don't understand the concept of sitting at a table. You've tried to bring a mango back to the US from Mexico, and a bonus point if you actually made it all the way home with it. You have a bottle of Bacardi or Tequila in your house right now. You drive a "Cheby", an "Ohsmobeel" or a "Bolswahgon" You're proud to be Mexican - and you pass these jokes on to all your Mexican friends! |
Publicadas por Bastarda a la/s 7:02 p.m. 0 comentarios
Voy a hablar de la esperanza
Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufrirÃa este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufrirÃa. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufrirÃa. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.
Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué serÃa su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sà mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor serÃa igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor serÃa igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.
Miro el dolor del hambriento y veo que el hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldrÃa siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mÃa sin fuente ni consumo!
Yo creÃa hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquà que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no darÃa luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echarÃa combra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.
César Vallejo
Publicadas por Bastarda a la/s 6:43 p.m. 0 comentarios
Simplemente sexy
Publicadas por Bastarda a la/s 9:58 p.m. 0 comentarios
Palabras de la griega
No me guardes en tu imaginación.
No me pienses.
Tus ojos están llenos de espléndida ponzoña.
No me mires.
Que mi saliva te inunde la garganta.
No me asfixies.
Deja de agusanar mi mente confundida.
No me pudras.
Guarda mis incisivos en una caja de plata
pero no te arrodilles ante sus resplandores.
No me reces.
Que mis ropajes no sirvan de velamen
a los navÃos sin patria.
No me rasgues.
Que mis coágulos no vivan en tus uñas
ni en los nudillos que derriban templos.
No me maldigas.
En la herida la sal halle su suerte.
Francisco Hernández
Publicadas por Bastarda a la/s 8:53 a.m. 0 comentarios
Lenguaje cabalÃstico
Escribo, porque no he encontrado una mejor manera de tocarte, ni otra avenida que esta calzada de palabras desde la que te puedo mostrar cierto sistema planetario al que todavÃa guardo una profunda estimación. ¿Cómo evitar que el dÃa quede hundido sin objeto en las calles irregulares de la ciudad? ¿Cómo impedir que escapes, que desaparezcas al torcer una esquina? Aquà te vuelves un murmullo y tu respiración es el vapor de la tinta al secarse; este es el sitio al que acudes puntual o donde me esperas dormida. Aquà siempre es de noche cuando vuelvo tras haberme extraviado en la rutina, o después de perseguir, junto con otros cuervos, objetos cuyo brillo resultó falso. Yo adquiero aquà ese trasfondo al que te llevo, porque no es solo tu sexo, ni el imán de tus senos desbordados en la mesa, ni tu vientre que termina en un oasis negro. Escribo, porque no es sólo tu cuerpo ni yo el suicida paseándose nervioso en la azotea ni es solamente el tiempo. Es más bien una forma para que las vocales rueden como el sudor por tus labios.
Tú vienes aquà para cobrar esa profundidad que te falta, esa raÃz sin la cual los meses giran inútilmente. Pero tu propio hallazgo no te deja tranquila: piensas que no eres completamente tú, que no es tuyo el brazo que mueves cuando desde la puerta dices adiós; que esa mano demasiado interesada en hurgar mis papeles no puede ser la tuya y que tu rostro poco tiene que ver con la lÃnea que te prolonga por el canal de estos renglones. Y es cierto, tampoco esta duda y esta inconformidad te pertenecen. Aquà nada se parece a nada, aunque cada imagen sea tu imagen y cada sonrisa salga de ti. Aquà es donde yo escribo prolongando el rumbo de una mirada o la ruta de un ademán. AquÃ, con el humo y la caligrafÃa, te hago bajar los párpados y extiendo tu cuerpo. Porque finalmente ninguna evasiva te sirve: ni la parvada de ángeles mutilados que aletean en ese sueño, ni los dÃas que no recuerdas al repasar la semana una y otra vez, ni tu boca que pretende huir por el margen izquierdo de esta página donde apareces tendida sin voluntad. Eres esa colina que momentáneamente forma el oleaje del papel, cuando mi mano entorpecida por tu aparición palpa su superficie o vuelve atrás colocando puntos y tildes. Y al leer estas palabras, sin que lo puedas evitar, por mas que bajes la voz, vibran tus labios y este sonido te recorre la piel.
Después será el silencio, las calles que se alargan hasta la madrugada y los faroles de siempre desvelándose solitarios hasta el amanecer, y vendrá, no lo dudes, el goteo infinito del abecedario con sus frases hechas. Después dejarás de ver estas palabras donde mis dedos convertidos en sÃlabas te recorren y humedecen. Después no será nada: a lo más una huella digital que se borra en tu cuello o en tu cintura. Pero ahora, entiéndelo, ya no son las palabras lo que escuchas: es el ruido de la pluma al dibujar tus consonantes, es la puntuación que se desplaza por tus piernas y las marca con lunas ortográficas: es por fin tu cuerpo jadeante.
Oscar de la Borbolla
Publicadas por Bastarda a la/s 7:09 p.m. 0 comentarios
In flesh and in eye contact, nothing would be lost...
Kurt Halsey Frederiksen
Publicadas por Bastarda a la/s 6:30 p.m. 0 comentarios
La princesa y el enano
HabÃa una vez una princesa que vivÃa en un palacio muy grande. El dÃa en que cumplÃa trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos... Pero la princesa se aburrÃa. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacÃa piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento.
Bravo, Bravo, decÃa la princesa aplaudiendo y sin dejar de reÃr, y el enano,contagiado de su alegrÃa, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido. "Sigue saltando, por favor" dijo la princesa. Pero el enano ya no podÃa más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos...
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se irÃa a vivir con él al bosque. "Ella no es feliz aquÃ" pensaba el enano. "Yo la cuidaré y la haré reÃr siempre". El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él habÃa un monstruo que
lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
"Ah estas aquÃ, qué bien, baila otra vez para mÃ, por favor". Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movÃa. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso. "Ya no bailará más para vos, princesa" le dijo. "¿Por qué?" preguntó la princesa. "Porque se le ha roto el corazón". Y la princesa contestó: "De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón".
Publicadas por Bastarda a la/s 2:35 p.m. 0 comentarios
Sepa por qué es usted machista
1. Porque le falta el principal de los sentidos: el del humor.
2. Porque se siente Dios, aunque no sea Ministro.
3. Porque cree todo lo que le dicen los medios (o miedos) de difusión de la Argentina actual, y ya tiene el cerebro más lavado que mate cebado por un polaco.
4. Porque su mamá es una santa, por lo tanto las demás mujeres son unas brujas.
5. Porque su mamá es una bruja, por lo tanto las demás mujeres también.
6. Porque no tiene mamá y no consigue quien lo mime.
7. Porque en realidad le gustan más los hombres, aunque no ejerza.
8. Porque quiere hacer mérito ante los centros de poder, exclusivamente masculinos: empresariado, Fuerzas Armadas, animadores de TV, deporte, sindicatos, clero, pompas fúnebres, etcétera.
9. Porque todo ese asunto de la gestación y el parto le da miedo y asquete, como la educación sexual al Ministro de Educación.
10. Porque usted tiene los mismos atributos de Woody Allen pero no le dan el mismo resultado.
11. Porque no soporta la idea de un rechazo sexual hacia usted o hacia otro, y cree que la bella siempre debe estar a disposición de la bestia.
12. Porque usted no vive en el presente (y para eso lo ayudan mucho) sino en la prehistoria mental, y se da manija con tangos del 40.
13. Porque usted es burro y en lugar de corregirlo con tiempo y esfuerzo lo disimula con agresividad.
14. Porque usted es culto pero culturiza fuera de la maceta, y leyó a Julián MarÃas y no a Simone de Beauvoir.
15. Porque en el fondo es antisemita, antinegro, antiobrero, antijoven, pero como eso ya no corre se desquita con la misoginia, que aquà y ahora viene con premio (pero no se descuide: por poco tiempo más).
16. Porque usted ama el orden por sobre todo, y cada cosa en su lugar las mujeres en la cocina (o en cueros en tapas de revistas), y Pinochet, Castro y GarcÃa Meza en el poder.
17. Porque cree que la inepcia es cuestión de sexo, que es como creer en la cigueña o en elecciones inminentes.
18. Porque teme que las mujeres hagamos rancho aparte, y no piensa que son los hombres quienes lo inventaron y perpetúan. (Ver punto 8.)
19. Porque supone que la mujer quiere imitar al varón, y no sabe que antes muerta que imitar a semejante fabricante de desastres, desde la guerra atómica hasta el IVA.
20. Porque le gusta que al mundo lo manejen los colectiveros.
21. Porque tiene mucha paciencia para dejarse pisar la cabeza por cualquier matón y muy poca para comprender errores de mujeres, que al fin y al cabo son, históricamente, debutantes en la mayorÃa de las profesiones.
22. Porque teme que las mujeres "pierdan la femineidad", cosa imposible de perder, salvo que usted llame asà a cosméticos y pilchas.
23. Porque usted teme que le roben algo y no sabe bien qué, a pesar de que a diario lo saqueen y basureen, y no precisamente las mujeres.
24. Porque es sincero, y vale más machista recuperable que "feminista" patrocinante como un papito que a las pretensiones femeninas dice que sà PERO...
Ahora ya sabe. Con estos 24 puntos usted ahorra años y fortunas en psicoanálisis. Usted puede ser hombre o mujer, el machismo tampoco es cuestión de genes: poca gente más machista que algunas mujeres, sólo que ellas lo son por instinto de conservación, por despiste, por imitar a los hombres, por comodidad o porque asà las dejan hablar por TV. Usted también lo es por todas estas razones pero además porque se cree superiorcito: hace unos 10.000 años que le pasan el aviso y claro, usted sigue comprando un producto inexistente. Ahora puede seguir siendo machista, pero con apoyo logÃstico. No se trata tampoco de ejercer la represión desde estas páginas. Es posible que la perseverancia le acarree aplausos y sensación de deber cumplido, amén de las palmadas de la patota. Pero ojo que no hay premio mayor que saberse persona inteligente y civilizada. Si no opta por eso, estará contribuyendo a la contaminación mental, que es la que nos mata. Y no la humedad.
Estará inflando la maquinaria del prejuicio y la prepotencia y al fin se va a quedar solo como un ciempiés, de luto, convertido en drácula de utilerÃa y en hazmerreÃr de las criaturas primaverales.
MarÃa Elena Walsh
Publicadas por Bastarda a la/s 8:38 p.m. 0 comentarios