jueves, febrero 05, 2004

Hoy escribo para no matarme.
Para no pensar en el suicidio
como una solución mágica. Tierna, diría yo.
Ya masqué el cepillo de dientes hasta deformarlo
y con la almohada le pegué con furia al colchón.
Hoy me quejo de mi mala suerte pero no hago nada
por cambiarla. No me interesa pedalear una bicicleta en
la cuesta del destino.
Un café, un sandwich y un vaso de leche son
manjar en manos de vagabundo...
Valdrá la pena matarse con una pistola?
Sería una muerte muy burguesa y llamativa.
Prefiero vender mi alma al diablo aunque, en estos tiempos,
la chatarra se vende barata y la mejor vida empieza entre
latas apachurradas, cartón mojado y cerros de periódico...