Y ahora uno de la Mastretta, que está medio rancio, pero en su tiempo me gustó...
Era tan precavida la tÃa Mari que dejó comprado el baúl de olinalá en el que deberÃan de poner sus cenizas. Y ahà estaba, en mitad del salón hasta donde todos los que la quisieron habÃan llegado para pensar en ella.
TÃa Mari tuvo una amiga de su corazón. Una amiga con la que hablaba de sus pesares y sus dichas, con la que tenÃa en común varios secretos y un montón de recuerdos, una amiga que estuvo sentada junto al cofrecito sin hablar con nadie durante todo el dÃa y toda la noche que duró el velorio. Al amanecer, se levantó despacio y fue hasta él. Cuando estuvo cerca, sacó de su bolsa un frasco y una cuchara, alzó la tapa de madera perfumada y con la cuchara tomó dos tantos de cenizas y los puso en el frasquito. Hizo todo con tal sigilo que quienes estaban en la sala imaginaron que se habÃa acercado para rezar.
Sólo fue descubierta por un par de ojos, a su dueña le rindió cuentas tras verlos brincar de sorpresa:
-No te asustes- le dijo-. Ella me dio permiso. SabÃa que me hará bien tener un poco de su aroma en la caja donde están las cenizas de los demás. Siempre que puedo me llevo un poco de los seres a los que seguiré queriendo después de muerta, y lo mezclo con los anteriores. Ella me regaló la caja de marqueterÃa donde los guardo a todos. Cuando yo me muera, me pondrán ahà adentro y me confundiré con ellos. Después, que nos entierren o que nos echen a volar, pero juntos.
miércoles, marzo 24, 2004
Publicadas por Bastarda a la/s 8:58 p.m.
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